El arte de caminar

Cuando contaba a mi entorno cercano que quería montar una librería online centrada en los viajes, los caminos y los paseos, muchos de ellos me preguntaban extrañados -¿los paseos?-. Y el caso, es que después me costaba mucho explicarles por qué considero que pasear, el arte de pasear, es en si mismo un viaje que puede equipararse en ocasiones por su profundidad e intensidad a cualquier aventura allende los mares. Me di cuenta que es un concepto escurridizo, resulta difícil de definir por su carácter experiencial y subjetivo, y además es una temática nada conocida, pero a la vez descubrí con asombro que muchísimas personas lo practican sin saberlo, porque cuando intentaba ahondar en la idea de «el arte de pasear» muchos de mis interlocutores se sentían reconocidos, no sabían que eran parte de una inmensa y bella tribu de caminantes solitarios y embelesados.

Pasear, caminar, es la forma más básica de viaje. El paseo es el modo de viajar más cercano al ser humano, está hecho a nuestra medida, ya que somos el vehículo y el conductor al mismo tiempo. De hecho, podemos llegar a considerarlo la célula nuclear del viaje y el engranaje último de cualquier camino: todo viaje se construye sobre paseos y todo camino se pasea, solo el paseo se define en si mismo. Además, no cuesta dinero, físicamente está al alcance de casi todos y supone descubrir y redescubrir nuestro entorno y la naturaleza circundante con otra mirada; y al mismo tiempo también entraña pasearse a uno mismo, con todos los beneficios que esto comporta.

¿Cuando el caminar se convierte en arte de pasear? Creo que aquí existirían infinitas respuestas, porque hay muchos modos de pasear. Pero quizás las motivaciones de dicho paseo y la mentalidad e intencionalidad del paseante sean las claves, aunque estas motivaciones e intenciones sean inconscientes. Cada paseante elabora, conscientemente o no, su forma de relación entre uno mismo, su caminar y el entorno, lo que convierte al paseo en un acto creativo. Y a esto habría que añadir que cada paseo es distinto porque nosotros y el entorno a recorrer siempre es cambiante. Luego el arte de pasear es único, personal e intransferible. En mi caso, al preguntarme ¿qué es el arte de pasear?, he terminado por escribir este párrafo que sigue, espero que ayude a entender:

Salir de casa sin un rumbo fijo, suspirar de alivio, notando la alegría y la libertad del dejarse llevar, como un preso recién fugado del penal sedentario, abandonarse al deleite de lo que vamos encontrando, abrir los sentidos, bajar las pulsaciones, mirar distinto, ensimismarse y olvidarse de todo…. O a lo mejor es todo lo contrario, a lo mejor es optar por trazar un plan hermético de paseo, casi geométrico, estricto hasta decir poesía, elevando el paseo a una forma de dibujar nuestras emociones sobre la ciudad, un garabato trazado con nuestro deambular por sus calles y plazas… Puede que ese arte de pasear sea escuchar con calma, a uno mismo y a los demás, buscar el silencio en un parque o cotillear conversaciones ajenas robadas al vuelo, al paso, frases fragmentada y rotas que parecen articularse entre ellas para transmitirnos un mensaje oculto que lucha por aflorar… Creo que es intuir más que discernir, seguir al conejo de Alicia por las calles de tu barrio o perseguir la luz dorada del ocaso reflejada en los edificios, para terminar pintando un atardecer cubista que se olvida del sol pero no de sus reflejos… Es explorar, recolectar escenas con nuestra mirada, escenas que pueden llegar a ser sublimes e irrepetibles, y que guardaremos en el zurrón de la memoria como frutos fulgurantes recogidos en el bosque… -El arte de pasear es un arte efímero que se elabora paso a paso y se destruye con esos mismos pasos-… Quizás también sea volver y volver a realizar el mismo recorrido una y otra vez, de manera obsesiva, como un hámster en la rueda, intentando resolver la ecuación de ese trayecto o simplemente por la necesidad de relajarse en la zona de confort andante, sería esta una caminata terapéutica, un circuito personal donde poder caminar seguro y sin pensar, buscando la cura de nuestros males, dejándolos atrás, o dejándonos atrás al intentar darnos esquinazo a nosotros mismos en cualquier plazuela donde hayamos parado a descansar… Es vaciar la mente, casi meditando como un monje zen en su jardín secreto… Se me ocurren mil formas de «el arte de pasear».

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